A la mayoría de las personas les sorprenderá saber que las personas sordas signantes, y los oyentes cercanos a la cultura sorda, tenemos dos nombres. Curioso ¿verdad? Uno es el habitual, y el otro es uno muy especial, un signo personal, un particular movimiento de las manos o dibujo en el aire que sirve para nombrarnos en una conversación en lengua de signos. Se utiliza para evitar tener que deletrear el nombre letra a letra en dactilológico, el abecedario de la lengua de signos, cada vez que nombramos a una persona. Y cuenta mucho más de nosotros que Juan, María, Pepe o Sandra.
Al proceso de creación de este signo personal se le podría considerar una especie de ‘bautismo de signo’. En este post te contamos en qué consiste la creación de un signo personal y por qué querrás tener uno. ¡Sigue leyendo!
¿Qué es un signo personal y cómo se crea?
Un signo personal es nuestro nombre en la comunidad sorda. Puedes recibir tu signo de adulto, porque has entrado en contacto con la comunidad sorda (¡así lo hemos recibido los oyentes del equipo de Visualfy!), o que te lo pongan de recién nacido, cuando tus papás, embelesados, decidan que ese gesto tan mono que haces con el puñito será tu signo.
En general, es el entorno el que asigna a una persona un signo personal que le identifica. Surge por la necesidad de hacer referencia a una persona de manera clara, concisa y breve. Cuando una persona signante se presenta, lo habitual es que deletree su nombre y después diga su signo.
El signo suele estar relacionado con algún rasgo característico de la persona, físico o de comportamiento, pero también puede reflejar una afición, un gesto habitual, una anécdota… A veces, el signo de los hijos se relaciona con el de los padres, o se hereda parte del mismo. Lo importante, en todo caso, es que capte la esencia de la persona y la convierta en un signo único y especial, de manera que pueda distinguirla de los demás de manera inequívoca.
¿Quién pone el signo?
El signo personal lo pueden crear diferentes personas: los padres, amigos, pareja, en el colegio, el puesto de trabajo, etc.
Este ritual tiene lugar en el momento en el que la persona empieza a formar parte de la comunidad sorda. En el caso de un bebé con padres sordos, serán ellos los que den el signo al hijo. Si una persona comienza a trabajar en un centro donde hay personas sordas, serán los compañeros los que le bauticen con su nuevo signo. En definitiva, la creación de un signo personal se realiza en el momento en el que la persona tiene relación con la cultura sorda signante.
El signo personal refleja lo que nos hace especiales
El nombre propio nos lo ponen al nacer, mucho antes de saber cómo somos realmente. Antes de saber qué nos gusta, qué nos hace reír, cuáles son nuestras aficiones, o por qué sentimos pasión. Un nombre propio no aporta información relevante sobre uno mismo.
Decía Andy Warhol que todos tenemos derecho a 15 minutos de fama, al menos, una vez en la vida. Sin embargo, sólo en España, hay más de 400.000 personas que se llaman Carmen. También podemos encontrar más de 250.000 personas que se llaman Alejandro, Ana o Miguel. Sea cual sea nuestro nombre, por raro que sea, siempre hay alguien que se llama del mismo modo. Por este motivo, dijera lo que dijera el señor Warhol, es muy difícil sentirse especial por nuestro nombre cuando lo compartimos con tantas personas.
Un signo personal, en cambio, reivindica nuestra diferencia. Se forma a partir de algo que nos hace únicos y diferentes a los demás. Para encontrar un signo que identifique a una persona hay que profundizar en su personalidad, averiguar algo característico que la defina. Hay que dedicar tiempo a conocerla, conceder un signo es un acto de atención, amistad o amor.
El signo personal es también la bienvenida a la comunidad sorda
Tener un signo personal en LSE significa, además, que has entrado en contacto con la Comunidad sorda y su cultura. Que estás haciendo algo para normalizar un idioma en el que se comunican millones de personas en el mundo, la lengua de signos, y que estás aprendiendo y mucho de la riqueza de la diversidad.
Si todavía no lo tienes, seguro que hemos despertado tu curiosidad y puedes acercarte a la Asociación de personas sordas más cercana, hacer un curso básico para aprender LSE y pronto, quién sabe, alguien te hará un regalo maravilloso, un signo personal que contará de ti mucho más que tu nombre.