Por Vicky Bendito. Periodista, activista e impulsora de la campaña en change.org #NoSoyDisminuida.
- “Nori sufre una discapacidad visual de nacimiento debido al síndrome de Hallermann Streiff” (La Vanguardia, 12 de noviembre de 2019).
- “Para aparcar en plazas de minusválidos no basta con tener una discapacidad” (Cinco Días, 15 de noviembre de 2019).
- “Pistas para que personas con minusvalías ahorren” (El País, 24 de noviembre de 2019, en un extra sobre fondos y planes de pensiones y en una parte dedicada a “discapacitados”, que no a personas con discapacidad).
- “Ha habido gritos contra él y la indignada reprobación de una mujer inválida por culpa de la violencia machista” (Informativos Tele 5, 25 de noviembre 2019, edición noche presentada por Pedro Piqueras).
- “El mensaje viral de un joven discapacitado: “¿Dónde está la integración de la que hablan los políticos?” (Antena 3, 4 de diciembre de 2019).
- “Isidro Sánchez, discapacitado visual, cuenta su historia de superación a los graduados de la UNED” (ABC, 5 de diciembre de 2019).
¿Seguimos? Estos son solo algunos titulares que encontré en distintos medios de comunicación españoles en el momento de escribir este post.
Al periodista se le presupone, además de rigurosidad, un manejo del lenguaje preciso. De la misma manera que no es lo mismo un auto que una providencia o una sentencia, o un fuera de juego que un tiro libre indirecto en fútbol, o una proposición de ley y una no de ley, no es lo mismo minusválido, inválido, discapacitado que persona con discapacidad, expresión consensuada por la ONU y plasmada en la Convención de Derechos de Personas con Discapacidad, expresión que recomienda la ‘Guía de Estilo sobre discapacidad para profesionales de los medios de comunicación’, elaborada por el Real Patronato sobre Discapacidad, presentada el pasado mes de septiembre.
"No es lo mismo minusválido, inválido, discapacitado que persona con discapacidad." Clic para tuitearNo se trata de maquillar nada para que duela menos, porque la discapacidad y la situación en la que se encuentran la mayoría de las personas que la tienen, duele, ni de suavizarla, hay que llamar a las cosas por su nombre, con respeto, sin expresiones peyorativas ni paternalistas. Las personas con discapacidad somos eso, personas con discapacidad, no somos personas con capacidades diferentes, ni con diversidad funcional, ni especiales, como tampoco sufrimos la discapacidad, la tenemos, punto. Si no llamamos a las cosas por su nombre preciso, diluimos, en este caso, lo que la discapacidad implica. Porque no somos iguales, no lo somos, pero tenemos los mismos derechos.
Discapacitados tampoco, personas con discapacidad, no es tan difícil. Cuando suprimimos el sustantivo persona, reducimos a la persona a su discapacidad, como si fuera lo único que la define. La cosificamos. Como si solo fuera eso, una discapacidad andante, sin identidad, sin esencia, sin dignidad, y de eso se trata, de dignidad, de no cosificar, de visibilizar a la persona que pertenece a un colectivo muy desfavorecido.
"Cuando suprimimos el sustantivo persona, reducimos a la persona a su discapacidad, como si fuera lo único que la define." Clic para tuitearPero el lenguaje incorrecto no es lo único mejorable en los medios de comunicación que, con la mejor de sus intenciones, publican informaciones sobre nosotros. Les recrimino que no ahondan en los temas. Si bien es cierto que ahora tenemos más presencia en los medios de comunicación que hace 30 años, por ejemplo, también lo es que aún andamos anclados en esa partida de ping-pong informativa que oscila entre la historia de superación y la dramática y casi siempre con sensacionalismo, quedándose en la superficie, obviando una realidad de la que no se habla en profundidad y que requiere de un periodismo serio.
Un dato: Solo 1 de cada 4 personas con discapacidad trabaja. Un dato que cada equis tiempo vuelve a escupirnos sin que se nos caiga la cara de vergüenza y que cae en el olvido hasta la siguiente fecha conmemorativa, ya sea el día del trabajo, el día de las personas con discapacidad o cualquier otra. Pero aún no he visto en ningún medio de comunicación ningún reportaje en profundidad sobre las causas de esa realidad.
Solo 1 de cada 4 personas con discapacidad trabaja. ¿Y las otras tres? ¿No trabajan porque no quieren… o porque no pueden? ¿Y por qué no pueden? ¿Porque no hay puestos para ellas, para su formación, o porque los que hay no están adaptados, no cuentan con la accesibilidad obligatoria por ley desde 2017? ¿O porque no están formados? ¿Y no han estudiado porque no han querido o porque no han podido? Habrá algunos que no han querido, pero muchos de los que sí quisieron no pudieron porque el instituto, o la universidad, no era accesible, y no me refiero ya a la accesibilidad física, a la rampa, me refiero a material accesible para personas ciegas, a intérpretes en lengua de signos, a asistentes personales… y de eso no recuerdo haber leído nada de suficiente enjundia y menos en medios de ámbito nacional. La accesibilidad está considerada por la ONU un derecho fundamental para las personas con discapacidad. Un derecho fundamental, no un lujo, no un capricho, no un favor, no una concesión. Un derecho fundamental que se viola de forma sistemática y sistémica sin que ningún medio de comunicación, que, por cierto, tampoco hacen accesibles la mayoría de sus contenidos, por no decir prácticamente ninguno, lo investigue. ¿Cuántas denuncias se han puesto por incumplir la ley de accesibilidad? ¿En qué estado se encuentran? Por ejemplo.
Y este es solo un tema. Podríamos hablar del acceso a la educación, de violencia de género, de casos de explotación laboral… Pero, salvo honrosos casos puntuales, destaco especialmente dos ejemplos del último año: “De seda y hierro” y “Donde comen 2”, ambas de TVE, las personas con discapacidad no existimos apenas para los medios de comunicación. En el último debate electoral, que tuvo lugar el 4 de noviembre, los candidatos hablaron de violencia de género, de desempleo, de inmigración, de los derechos de los animales, pero de nosotros, apenas nada. Se nos mencionó sólo dos veces, dos, y encima mal. Sólo la periodista Nuria del Saz escribió un artículo en el blog “De retrones y hombres”, de eldiario.es, pero el resto de medios de comunicación que siguieron ese debate no escribió una sola línea al respecto. Nada. A pesar de que el 15% de la población tiene discapacidad y en España la cifra ronda los 4 millones de personas. Nada.
Y si los medios de comunicación no hablan de nosotros, de nuestra situación, somos invisibles. Cuando empecé a trabajar como periodista apenas se hablaba de violencia de género, entonces se llama malos tratos. Era un tema tabú que solo saltaba a los grandes titulares cuando eran casos especialmente llamativos y terribles. Hoy no hay informativo que no hable de un caso de violencia de género prácticamente a diario. Aspiro a lo mismo con las personas con discapacidad, como aspiro a ver personas con discapacidad ocupando puestos de responsabilidad en el ámbito privado y en el público, y actores y actrices con discapacidad, y, sobre todo, periodistas con discapacidad dirigiendo programas y presentando informativos.
"Si los medios de comunicación no hablan de nosotros, de nuestra situación, somos invisibles." Clic para tuitearAunque en el ámbito periodístico creo que las cosas van bastante despacio y que queda un largo camino para la normalización de la discapacidad, hay algo que me hace pensar que las cosas empiezan a cambiar. El cine y las series. Ahí sí veo un esfuerzo, un interés humano y sincero por normalizar la discapacidad.
En el cine, títulos como la formidable “Mais ca vida”, de Rubén Ríos, o “Campeones”, de Javier Fesser, han comenzado a cambiar la mirada hacia las personas con discapacidad intelectual y, por tanto, a desestigmatizarlas. Títulos como “Seis puntos sobre Enma”, de Roberto Pérez Toledo, “Intocable” (que, aunque tiene sus pegas, es una patada al paternalismo y a la autocompasión), festivales como el Internacional de Cine sobre la Discapacidad de Collado Villalba (Madrid), Inclús (Barcelona), Superfest (EEUU), comienzan a normalizar la discapacidad, las historias que hay detrás y en torno a la discapacidad, pues cuentan historias humanas, desde el humor, el drama, el género documental o de ficción, sin paternalismo.
Empiezan a quedar lejos aquellas películas que asociaban maldad y discapacidad porque el malo malísimo o era cojo, o manco o tuerto o estaba en una silla de ruedas y era un amargado lleno de odio. Empiezan a quedar lejos también aquellas otras películas en las que el héroe, tras un accidente que le “postraba” a una silla de ruedas, o la “oscuridad”, se sobreponía a la adversidad y hacía cosas alucinantes y, de paso, se ganaba el cielo (en este sentido, os recomiendo vivamente los artículos que han escrito al respecto Raúl Gay, Nuria del Saz y Mariano de Cuesta en el magnífico blog “De retrones y hombres”). Mucha mediocridad hemos tenido que ver en el cine cuando de discapacidad se ha tratado desde la memorable y pionera “Freaks” (1932) (gracias Mariano por recomendármela) hasta hoy, que, por fin, comienza a cambiar la mirada hacia nosotros.
"Empiezan a quedar lejos aquellas películas que asociaban maldad y discapacidad porque el malo malísimo o era cojo, o manco o tuerto o estaba en una silla de ruedas y era un amargado lleno de odio." Clic para tuitearY en televisión, cada vez hay más series con personajes con discapacidad, no por su condición, sino por su personalidad. “Señoras del Hampa” (Telecinco), “Arde Madrid” (memorable el alegato final de la protagonista y no digo más para no reventaros la serie), “Vida perfecta” (Movistar+), “The good wife” (FOX), “Juego de tronos”, “Years and years” (HBO), “The acident” (Filmin), “Undone” (Prime Video), “Atípico” (Netflix) son algunos ejemplos.
Hemos pasado de ver cómo los personajes con discapacidad tenían un papel secundario, anecdótico y casi siempre humorístico, yo diría que histriónico, y planteados desde un punto de vista paternalista, a ver cómo empiezan a tener presencia por sí mismos. Están abriendo una puerta como en su día la abrieron los primeros actores de raza negra, y luego fueron conquistando papeles cada vez más importantes, o como en su día lo hicieron directores que hablaron de la homosexualidad con seriedad, y los personajes pasaron de ser clichés anecdóticos y chistosos a tener una presencia fuerte en la trama, y no por el hecho de ser homosexual o transexual, sino por el personaje en sí mismo, y eso, eso es un avance que me da mucha esperanza. Porque normalmente, el cine y la televisión siempre han ido por delante de periodismo.